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LOS ORÍGENES

Para casi nadie es hoy desconocido que con la marcha de la Universidad a Madrid en 1836 los edificios  que ocupaba fueron deteriorándose y, tras desecharse la instalación en 1844 del proyectado Colegio General Militar en toda la manzana, se vendió esta a Joaquín Alcober, quien posteriormente cedió sus derechos a Joaquín Cortés. Este, después de aprovecharse de los materiales procedentes de las demoliciones efectuadas,  los revendió a Javier de Quinto por treinta mil reales, cuarenta mil menos de lo que había pagado, lo que da idea de la magnitud de los restos que debió aprovechar.

El conde de Quinto, abogado y doctor en Derecho, fue diputado a Cortes y senador, alcalde de Madrid y Director General de Correos, Académico de la Lengua, de Bellas Artes y de la Historia y jefe de la Casa de la Reina María Cristina, lo que tal vez favoreció su nombramiento como director del museo de la Trinidad, precedente del museo del Prado, donde tuvo una gestión, con más sombras que luces, que le inculpaba de la desaparición de muchos cuadros de la colección.     

Javier de Quinto continuó con la labor destructiva desmontando las tres campanas de la espadaña de la iglesia de San Ildefonso,  de las que según la tradición  al menos una de ellas había sido fundida con el bronce de los cañones capturados al enemigo en la expedición a Orán del Cardenal Cisneros;  también desaparecieron la verja que separaba la capilla mayor del resto de la iglesia de San Ildefonso y la torre del reloj, aunque la indignación de los alcalaínos la produjo, por un lado, la demolición  del arco de la calle de Pedro Gumiel, desde donde el claustro de la Universidad contemplaba  los festejos  que se celebraban en la plaza Mayor, y por otro, el hallazgo de los restos del Cardenal Cisneros propiciado por las gestiones de Lucas Garrido y Miguel de Roqueñí, quienes serían miembros fundadores de la Sociedad de Condueños.

No ocurrió lo mismo con las cresterías del patio Trilingüe, cuya desaparición se le atribuye con asiduidad y que aparecen en el proyecto del Colegio General Militar de 1844 en el mismo estado que en las fotografías de comienzos del siglo XX.

La posibilidad real de que los restos del cardenal se hubieran perdido unida a la sensación de impotencia ante tanta destrucción de lo más  querido de su patrimonio, motivó  un movimiento vecinal que por la falta de respuesta municipal se reunió el 28 de octubre de 1850 en el Palacio Arzobispal buscando la protección de la mitra toledana, como así fue.

Allí se pusieron los cimientos para la creación de una sociedad con 900 participaciones de 100 reales, precio en el que el conde de Quinto tasó la recuperación del capital invertido en la compra más los gastos que según él había supuesto el mantenimiento del edificio en el corto periodo que fue de su prioridad.

Hay que destacar que el esfuerzo de los alcalaínos fue doble porque a la notable cifra que suponían los 90.000 reales de la época había que añadir la situación de la ciudad con una economía depauperada.

A pesar  de que el peso de las negociaciones recayó sobre una comisión  formada por antiguos catedráticos de la Universidad, tanto liberales como conservadores, y de canónigos de la Magistral, en la suscripción de las láminas que formaban el capital creador de la Sociedad de Condueños intervinieron vecinos de todas las clases sociales, incluso alguno que hubo de poner una cruz en lugar de la firma que no sabía hacer, demostrando con ello el orgullo por conservar  la parte más noble de su pasado y escribiendo sin duda la página más generosa de la historia de Alcalá.

 

EL COLEGIO DE CADETES DE CABALLERÍA

La relación de Alcalá con el Arma de Caballería  comenzó en 1839 cuando la mayoría de los grandes edificios que formaron la Universidad pasaron a los militares, que fueron incrementando sus efectivos hasta crear en 1842 el Establecimiento Central de Instrucción de Caballería, que  en 1849 contaba con 1600 hombres y 750 caballos.

No es de extrañar por tanto que cuando se decidió escindir el Colegio General Militar se creará en Alcalá el Colegio de Caballería para proporcionar a los cadetes una escuela práctica  aprovechando los efectivos del Establecimiento Central.

Los condueños, nada más comprar los edificios y antes incluso de firmar las escrituras, se los ofrecieron al Arma de Caballería para instalar el recién creado Colegio. Aceptado por el Ejército, los cadetes pasaron a instalarse en el antiguo colegio de San Ildefonso, de donde salió la primera promoción de oficiales de Caballería que figura en la historia de la Academia.

El mal estado del inmueble y la negativa de los condueños a vendérselo enturbió las relaciones entre las instituciones y el Colegio de Cadetes abandonó el edificio a comienzos de 1852, marchando a Valladolid donde todavía continúa.

De los cien cadetes con que contó el colegio alcalaíno el más destacado fue el Teniente General Juan Contreras y Martínez. Su padre Juan Contreras y  Román, también Teniente General, Director General de Caballería y republicano radical fue célebre por la declaración de independencia del Cantón de Cartagena en 1873.

El hijo llegó a Alcalá procedente del Colegio General Militar de Toledo; aquí estuvo hasta el traslado del Colegio a Valladolid, de donde salió de alférez en 1859. Ya el año siguiente, con sólo veinte años, participó activamente en la “Vicalvarada” con una carga en la que tras morir su capitán sobrepasó las líneas contrarias;  con todo, fue hecho prisionero y así estuvo   hasta la llegada del bienio progresista. A partir de aquí intervino en múltiples acciones de combate, tan habituales en el turbulento siglo XIX, con un pequeño paréntesis cuando volvió destinado a Alcalá, donde permaneció hasta su ascenso a capitán en 1867.

Pero su intervención más notable fue la que protagonizó tras la Restauración, siendo ya coronel, al frente de su regimiento Lanceros del Rey en la batalla de Treviño, con ocasión del levantamiento del cerco de Vitoria y en la que Contreras, al frente de un escuadrón, efectuó tres cargas consecutivas contra los batallones navarros consiguiendo, primero, dispersarles y posteriormente, gran número de prisioneros, lo que decidió la batalla a favor de los liberales y le proporcionó su ascenso a brigadier.

En 1876 fue nombrado ayudante de Alfonso XII hasta que dos años después ascendió a Mariscal de Campo; destinado a Puerto Rico como subinspector de tropas, llegó a desempeñar la jefatura interina de la Capitanía General de la isla. Teniente  General y director del Cuerpo de Inválidos en 1893, falleció en 1906.

La Sociedad de Condueños nunca perdió la esperanza del retorno de la Universidad, ni siquiera en los momentos en los que las posibilidades eran más remotas y así, ya en 1854, solicitó a la Administración la vuelta de la institución universitaria.

Poco había evolucionado en 1855 el caótico estado al menos del colegio de San Pedro y San Pablo, cuando los comandantes de Infantería y Caballería de la Milicia Nacional solicitaron su alquiler, que les fue concedido por los condueños a quienes,  ante el mal estado de la planta baja, sin pavimento y sin puertas,  pidieron su reparación al tiempo que se reconsideraba a la baja el precio del alquiler.

Varios meses después se llevó a cabo el alquiler al Ayuntamiento por 1.200 reales, con la obligación municipal de realizar las obras de acondicionamiento a sus expensas. La Milicia Nacional sólo ocupó seis meses el colegio.

 

EL COLEGIO DE LOS ESCOLAPIOS

Hubo que esperar con el edificio vacío hasta  que, en 1861, firmaron un contrato con los P.P Escolapios para la instalación de su colegio de primera y segunda enseñanza, de la que carecía Alcalá.

El colegio fue punto de referencia de la enseñanza en la ciudad, no sólo por las muchas generaciones de alcalaínos que pasaron por sus aulas, sino por todos los alumnos de fuera de Alcalá que se alojaron en su internado. Los Escolapios mantuvieron un alto número de becarios y se integraron activamente en las instituciones complutenses durante los más de 70 años en que funcionó el colegio. En el archivo provincial de los Escolapios se encuentra numerosa documentación que nos ayuda a reconstruir la vida de la ciudad en la época.

Los condueños financiaron las obras de acondicionamiento del inmueble “con el producto líquido de los arrendamientos del resto de los edificios, con el cual los señores Condueños responderán de las cantidades facilitadas a los padres para la ejecución de las obras”. También los condueños “proveerán por una sola vez de los instrumentos de Matemáticas y aparatos de  Física y Química e Historia Natural necesarios para la 2ª enseñanza". El colegio estaba dotado anualmente por los condueños con veinte mil reales en oro o plata, no en papel moneda. El contrato se firmaba por tiempo indefinido excepto “que el Gobierno de su Majestad no restableciese la Universidad”. Siempre aparece la hipotética vuelta  de la Universidad como condicionamiento de todos los compromisos que adquiere la Sociedad de Condueños con cualquier entidad.

Entre sus alumnos más destacados están el escritor Eduardo Pascual y Cuellar, los militares Manuel Fernández Silvestre, José Monasterio, Manuel Romerales y Andrés Saliquet y el torero Luis Gómez “ El Estudiante”.

 

EL INSTITUTO COMPLUTENSE

La ley que prohibió la enseñanza religiosa con la llegada de la II República hizo que los P.P. Escolapios tuvieran que abandonar San Ildefonso y allí se instaló en 1933 el Instituto Nacional de Enseñanza Media, el primero creado fuera de la capital y el único de enseñanza mixta de todo Madrid. Un incendio en los años 40  destruyó la primitiva documentación del Instituto Complutense y pudo ser fatal para el edificio de no mediar la intervención de los soldados del vecino cuartel de Caballería.

El Instituto continuó hasta 1947 en que hubo de trasladarse por el estado ruinoso del edificio;  después de especularse sobre su utilización como sede de la Academia de Mandos de Falange o de la Facultad de Económicas recién creada, terminó una lenta restauración con su designación para sede de la Escuela Nacional de Administración Pública en una rápida y casi total reedificación del antiguo colegio de San Ildefonso. Antes, en 1954, se rehabilitó el colegio de San Pedro y San Pablo, que también habían ocupado los Escolapios, para nueva sede del Instituto Complutense, siete años después  de haber salido de San Ildefonso.

 

EL CÍRCULO DE CONTRIBUYENTES Y EL HOTEL CERVANTES

La Sociedad de Condueños modificó  totalmente la parte de la manzana universitaria que tiene su fachada en la plaza de Cervantes construyendo una casa de vecindad en 1888 en la esquina de la calle Pedro Gumiel, el Círculo de Contribuyentes en 1893 y el hotel Cervantes, posteriormente colegio de Santo Tomás, en 1913, estos dos últimos obra del arquitecto municipal y condueño, Martín Pastells.  Para ello, fue preciso derribar la zona de los edificios universitarios que había servido de casas de los bedeles, de carnicería de la Universidad, o de cárcel de estudiantes. El salón noble del Círculo de Contribuyentes todavía conserva las pinturas con motivos complutenses que efectuó en 1902 el condueño Félix Yuste.

 

LA ESTATUA DEL CARDENAL CISNEROS

Esculpida en Roma en 1864, se encontraba en los sótanos del ministerio de Instrucción Pública. Enterado el Ayuntamiento que presidía Felipe Mota, solicitó su cesión a Alcalá, lo que consiguió por Real Orden del 4 de junio de 1910. El Ayuntamiento decidió encargar un proyecto de pedestal a Martín Pastells y abrió una suscripción pública que recaudó poco más de 1.600 pesetas.

En junio de 1911 el Ayuntamiento cedía a la Sociedad de Condueños la estatua para colocarla en el patio de Santo Tomás de Villanueva, situando el pedestal en un ángulo del mismo, dado que el arquitecto Pastells opinaba que el brocal del pozo carecía de cimentación y sus piedras, en mal estado, no soportarían los 1.400 kilos de la estatua del Cardenal, que después de la cesión municipal los condueños habían depositado en el salón de actos de los Escolapios.

Para completar las 3.000 pesetas que costaba el pedestal, se ofreció a organizar un festival José Primo de Rivera y Willians, abogado sevillano que había llegado a  Alcalá  a edad madura y que se integró perfectamente en la ciudad. Hombre ingenioso y emprendedor, escribió nueve guías de Alcalá y dirigió varios periódicos; desde uno de ellos, “El Porvenir Complutense”, de vida efímera como todos los demás, organizó el festival, cuya recaudación casi completó la cantidad necesaria.

A pesar de la opinión de Martín Pastells, bastaría una visita a Alcalá del conde de Romanones, presidente del Congreso, quien había cedido la estatua siendo ministro de Instrucción Pública, para decidir que Cisneros debería estar en el centro del patio, y allí fue colocada la estatua casi un año después.

Por fin a las tres de la tarde del 27 de abril de 1913, el alcalde Felipe Mota descubrió el monumento después de unas palabras del escolapio P. Jiménez Campaña, del presidente de la Sociedad de Condueños, Félix Huerta y del propio alcalde, que inició el acto. Intervino la banda militar de Cazadores de Figueras, cuyo director, Julián Benlloch, fue el autor de la música del Himno a la Patria que con letra del sacerdote Rafael Sanz de Diego allí se estrenó.

Hay que hacer notar que el músico mayor del batallón de Figueras, Julián Benlloch, fue posteriormente coautor con el  famoso Julián Guerrero de la zarzuela La Orgía Dorada y, por lo tanto, del popularísimo Soldadito Español.

 

LA FACHADA,  MONUMENTO NACIONAL

También en 1913 el arquitecto Luis Cabello Lapiedra, que ya había efectuado la restauración de la capilla del Oidor y que en aquellos años también trabajaba en la larga y polémica de la Magistral, se dirigió a los condueños con el fin de que estos apoyaran la declaración de Monumento Nacional para la fachada del colegio de San Ildefonso, que había solicitado la Sociedad Española de Amigos del Arte.

 Los condueños, además de cumplir lo pedido por Cabello Lapiedra, mandaron una instancia al ministro de Instrucción Pública solicitando la declaración de Monumento Nacional y los fondos necesarios para el arreglo de la fachada. Ambos objetivos se cumplieron; el 2 de abril de 1914 se publicó en la Gaceta la declaración de Monumento Nacional para la fachada y   un año después los presupuestos estatales consignaban 25.000 pesetas para su arreglo, conseguido a instancias del diputado a Cortes y condueño Atilano Casado.

 El que no logró su deseo fue el arquitecto Cabello Lapiedra ya que, como es sabido, sería Aníbal Álvarez  quien dirigió las obras.

La fachada de San Ildefonso sirvió de inspiración a otras construcciones lejos de Alcalá. Primero fue el pabellón español de la Exposición Universal de París en 1900, posteriormente María Guerrero edificó en Buenos Aires el teatro Cervantes, copia casi exacta de la fachada cisneriana y, finalmente, en los años veinte, el Instituto Tecnológico de Lubbock en Tejas utilizó para construir los edificios de su campus, modelos españoles, entre ellos el Palacio Arzobispal y la Universidad alcalaínos.

 

LOS COLEGIOS DE LA MADRE DE DIOS Y DE SANTA CATALINA

En el resto de los edificios, la Sociedad de Condueños procuró instalar entidades necesarias para el desenvolvimiento de la vida ciudadana, y así, en el antiguo colegio de la Madre de Dios, se ubicó en 1903 el cuartel de la Guardia Civil, sin duda por la proximidad en la que se encontraban las dos prisiones; allí permanecieron hasta 1983 cuando, tanto por el traslado de las cárceles, como por el mal estado del edificio, que también se había quedado pequeño para las necesidades de Alcalá, se construyó un nuevo cuartel. Poco después fue arrendado al Colegio de Abogados, que lo rehabilitó siendo decano el condueño Fernando Sancho Thomé.

En el colegio de Santa Catalina se pensó instalar un museo y biblioteca cervantinos en el intento más serio de los muchos que se hicieron desde el siglo XIX. El edificio fue restaurado e incluso se conserva el contrato de arrendamiento firmado por el alcalde Gustavo Chamorro y, aunque no llegó nunca a ser ocupado con fines cervantinos, sí lo hizo en 1933 la R.S.D. Alcalá que presidía Justo Mínguez y que estuvo más de sesenta años en el inmueble, conocido popularmente como la Deportiva y donde también se colocó la Oficina de Turismo en un pequeño espacio desde 1975.

Igualmente, la Cruz Roja ocupa desde 1913 el edificio adyacente. Fue largo tiempo la Casa de Socorro de la Ciudad, incluso en los años cuarenta su presidente el Dr. Gómez-Sigler, también director del Hospital Militar, instaló un pequeño quirófano donde efectuó intervenciones quirúrgicas y que sirvió de hospital de sangre durante la explosión del polvorín del Zulema en 1947. Su  ambulancia fue en muchos años la única que existía en Alcalá.

El edificio que ocupa, antigua Hospedería de Estudiantes, fue objeto de una profunda rehabilitación cuyo efecto más llamativo fue la recuperación del patio, que mereció el premio Ciudad de Alcalá de Arquitectura de 2009; actualmente acoge la sala histórica de la Sociedad y fue escogido por José Luis Garci para rodar su película ”Holmes & Watson. Madrid Days”.

 

LA HOSTERÍA DEL ESTUDIANTE

Finalmente, el colegio de San Jerónimo o Trilingüe, que estuvo  arrendado a los Escolapios, y del que algún condueño todavía recuerda como el Paraninfo era utilizado como aula en los cálidos veranos complutenses, fue paulatinamente abandonado. En 1929, con el patio Trilingüe lleno de malezas y el Paraninfo en un lamentable estado, la Comisión Administrativa de la Sociedad, a falta de recursos, recabó la ayuda del Ayuntamiento,  que sólo pudo encargarse de limpiar el patio, por lo que el presidente de la Sociedad Manuel Martín Esperanza y el administrador Francisco Monsó visitaron al rector de la Universidad de Madrid, quien también les hizo ver su falta de fondos prometiéndoles trasladar sus inquietudes al ministro de Instrucción Pública.

 No muy conformes con lo obtenido decidieron ponerse en contacto con el recién creado Patronato Nacional de Turismo, donde su petición encontró una favorable acogida y en poco tiempo comenzaron las obras de restauración del Paraninfo y de acondicionamiento del patio; la rapidez de su ejecución entusiasmó a los condueños, quienes no dudaron en aceptar la propuesta del Patronato de ampliar el acuerdo para instalar, en el antiguo colegio de San Jerónimo, la Hostería del Estudiante, el segundo en su red de Paradores después del de Gredos, al principio, con un pequeño comedor al que se accedía por el callejón de San Pedro y San Pablo, posteriormente el comedor fue ampliado y la entrada se cambió por la actual de la calle de los Colegios.

Sin duda la presencia de la Hostería contribuyó a la rápida restauración del patio Trilingüe, gravemente dañado por un bombardeo en la guerra civil, a pesar de que, inexplicablemente, en el trascurso de la restauración desapareció un arco que no había sido afectado por las bombas.

Hubo posteriormente dos intentos de construir un parador con habitaciones que no llegaron a fructificar; el primero, a continuación del patio Trilingüe y el segundo, en el Hotel Cervantes, que ya había dejado de funcionar.

 

LOS ANIVERSARIOS

 En 1950 se celebró el centenario de la Sociedad de Condueños con unos modestos actos a tenor de lo que marcaba la economía de la época;  tan sólo hubo el 12 de diciembre una misa en la capilla de San Ildefonso predicada por el abad de la Magistral, Francisco Herrero, y se colocó una corona de laurel en la estatua de Cisneros.  “Provisionalmente” se situó en la sala de juntas de la calle de Los Colegios la lápida en homenaje a la primera Comisión Administrativa, que se descubrió el 12 de enero de 1933 en el patio de Santo Tomás.   Inicialmente la idea fue la de cambiarla de ubicación mientras duraban las obras del edificio, aunque ha permanecido hasta nuestros días en la antigua sala de juntas en espera de su instalación definitiva en el zaguán de nuestra actual sede.

A continuación hubo una Junta General extraordinaria con palabras del presidente, Ángel Arancón, y reparto del folleto editado por la Sociedad reproduciendo “los motivos que tuvieron los vecinos para la compra de los edificios que fueron Universidad”. Los actos finalizaron con una comida en la Hostería que cada condueño hubo de costearse.

Se hizo entrega, siguiendo una costumbre muy de la época, de un donativo para los necesitados de la ciudad por un importe de 2000 pesetas, cantidad no despreciable si tenemos en cuenta que la comida en la Hostería costó a cada condueño 60 pesetas.

Muchas más actividades tuvo la conmemoración del CL aniversario celebrado el año 2000. El 28 de octubre se inauguró un monolito en la plaza de Palacio que recuerda la reunión celebrada en el Palacio Arzobispal que dio origen a la fundación de la Sociedad de Condueños; asistieron el presidente de la Asamblea de la CAM, Jesús Pedroche  y el alcalde, Manuel Peinado.

A continuación, en el salón de actos del Palacio se presentó el libro ¨La Sociedad de Condueños: historia de los complutenses que salvaron una universidad¨,  del que fue autor el cronista de la ciudad y condueño, Francisco Javier García Gutiérrez; seguidamente el presidente de AEDHE, Fernando Lillo, entregó la Medalla de Honor de la Asociación de Empresarios, que hasta entonces solo habían recibido el Rey Juan Carlos y el primer presidente de AEDHE, Juan Echeandía, en un acto en el que también estuvo presente el obispo de la Diócesis, Jesús Catalá.

El 12 de diciembre, con la presidencia de su Alteza Real la Infanta Doña Pilar de Borbón, se celebró un acto en el Paraninfo en que el catedrático de Historia Contemporánea  de la Universidad Autónoma, José María Donézar, pronunció la conferencia “La Universidad de Alcalá, la desamortización liberal y la Sociedad de Condueños”; asistieron el alcalde, Manuel Peinado, y el rector, Manuel Gala, a quien el presidente de la Sociedad de Condueños, Arsenio Lope Huerta, hizo entrega de una lámina de la Sociedad.

Un mes después, el 12 de enero de 2001 en el salón de actos del Ayuntamiento, el presidente recibía de manos del alcalde la Medalla de Oro de la ciudad; acto seguido se celebró una cena en el salón Sociedad de Condueños de la Hostería de del Estudiante, en la que Jesús Fernández Majolero, como coordinador, presentó el libro “La Sociedad de Condueños ante la Historia (entre el sueño y la realidad)”, que fue Primer Premio 2001 del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte a los libros mejor editados en la modalidad de libros de investigación y erudición.

Es preciso destacar que la Sociedad de Condueños es la única institución que tiene además de la  Medalla de Oro de la Ciudad  la Medalla de Oro de la Universidad, que le fue concedida en 1988.  

Se editó una medalla conmemorativa diseñada por el medallista Fernando Jesús, de la que se hicieron 225 ejemplares de bronce y una veintena de plata. Se publicó una historia de la Sociedad para niños con ilustraciones de María Victoria Esteban; hubo además un concurso de fotografía en el que fueron premiados Baldomero Perdigón, David Garrido y Gregorio Ramírez  y otro de pintura infantil.

La capilla del Oidor acogió una exposición de fotografías, documentos, libros, carteles y cuadros que recogían la historia de la Sociedad y de sus edificios  desde 1850. Por primera vez se expuso el retrato de Vicente López del conde de Quinto, sin duda lo mejor de la exposición, cedido por el museo del castillo de Peralada, el sable del general Ferraz y el retrato del Teniente General Contreras de Luis de Madrazo Kuntz, cedidos por el museo del Ejército. La fundación Colegio del Rey editó el catálogo titulado, “La Sociedad de Condueños: una historia compartida” con textos del comisario de la exposición, José Félix Huerta.

El colofón de los actos fue el descubrimiento de una placa, que se colocó en el patio de los Filósofos, dedicada por la Universidad y la Sociedad de Condueños a la Academia de Caballería, que nació en el colegio de San Ildefonso al mismo tiempo que nuestra Sociedad y con la que mantenemos excelentes relaciones. Asistieron además del alcalde, el rector y el presidente de la Sociedad, el general  jefe de la Región Militar Centro, Teniente General Lago, el director de la Academia general Matellanes y el general Sierra, jefe de la Brigada Paracaidista.

El 24 de junio de 2003 la ministra de Educación, Cultura y Deporte, Pilar del Castillo, en nombre del Rey Juan Carlos, nos concedía la Placa de Honor de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio “en atención a los méritos y circunstancias que concurren en la Sociedad”.

 

EL OBISPADO Y LA BRIPAC NUEVOS CONDUEÑOS

En la Junta General de 2003 se acordó entregar una lámina al Obispado en reconocimiento al apoyo de la Iglesia en la fundación de la Sociedad de Condueños. La entrega se llevó a cabo en octubre de 2010 en el salón de actos del Palacio Arzobispal,  donde se celebró el 28 de octubre de 1850 la reunión de vecinos que dio origen a nuestra Sociedad.

El Obispado recibió la lámina número 809 perteneciente a las que quedaron en caja para su emisión en 1851. Asistieron el alcalde, Bartolomé González, el rector, Fernando Galván y el general de la Bripac, Juan Gómez de Salazar.

En varias ocasiones no pocos condueños se habían dirigido a la Comisión Administrativa para que se entregara una lámina a la Brigada Paracaidista como representante del Ejército, que durante muchos años contribuyó como los condueños a salvaguardar nuestro patrimonio; hubo incluso quien propuso llevar la propuesta a una Junta General para su aprobación, algo que no fue necesario por la generosidad de la condueña Ángela Moreno, viuda del Teniente General Tomás Pallás, fundador de la Bripac.

El acto se celebró, en octubre de 2014, en el salón de actos de la base Príncipe de los paracaidistas y resultó especialmente emotivo por el recuerdo que se hizo del general Pallás, buen amigo de muchos condueños. El general jefe de la Brigada Paracaidista, Juan Cifuentes, recibió de su anterior propietaria la lámina y del presidente, la medalla de Sociedad.

El 23 de Febrero de 2015, en el trascurso de los actos de celebración de la fundación de la Bripac, la Sociedad de Condueños recibió el título de Almogávar de Honor con el que los paracaidistas distinguen a las personas o entidades a las que se sienten especialmente vinculados.

 

BIBLIOTECA         

        Hace más de 20 años, La sociedad comenzó a reunir una notable biblioteca basada en temas universitarios, cisnerianos, cervantinos, y sobre Alcalá o impresos en ella. Cuenta con dos mil quinientos volúmenes, de ellos, casi quinientos, de fondo antiguo, lo que la convierte en una biblioteca de referencia en la ciudad. Está integrada en la red de bibliotecas de la universidad de Alcalá.

Existen publicaciones de diecisiete condueños, once de ellos fallecidos, desde el padre Lecanda hasta Ceferino R. Avecilla o Heliodoro Castro, con la especial relevancia de Manuel Azaña, con más de setenta publicaciones de las que fue autor o que traten sobre él.

 Destacan entre las obras de la biblioteca tres tomos de la Biblia Políglota; un tomo de la primera obra impresa en Alcalá, “ Vita Cristi cartuxano”(1502); “La vida de Santa Catalina de Sena” del beato Raimundo de Capua (1511); “Las ordenanzas de la Cofradía del Santísimo Sacramento de la Minerva de la parroquia de Santa María”, manuscrito de 1591; el “Ars Medicinalis” de Galeno con comentarios de Francisco Vallés (1567); la vida de los Santos Niños de Ambrosio de Morales (1568); la gran biografía cisneriana “De Rebus Gestis”, de Alvar Gómez de Castro (1569); el precedente de la historia de Portilla de Miguel Moez de Iturbide, del que Julián Martín Abad en su monumental obra “La imprenta en Alcalá en el siglo XVII” cita catorce ejemplares conocidos,  seis de ellos en Alcalá; la historia de San  Diego de Antonio Rojo (1663) y una interesante colección de sermones de los que Martín Abad en su obra citada , en algún caso solo registra dos ejemplares o, existiendo más, no se haya en la Biblioteca Nacional. De época  más reciente son los opúsculos de José Demetrio Calleja o la primera edición de “El jardín de los frailes” de Manuel Azaña.

Desde 1977 el recinto de la Sociedad de Condueños se ve honrado cada año con la entrega del Premio Cervantes, que cuenta con la presencia Real  desde 1978.

  La culminación de las aspiraciones de los condueños fue la instalación en el colegio de San Pedro y San Pablo de la Facultad de Filosofía, al volver la Universidad a Alcalá en 1975, y años después, del Rectorado en lo que había sido su cuna, el colegio de San Ildefonso. Los edificios vuelven a ser utilizados para el uso que se concibieron y los condueños, una vez cumplido el papel de transmisores de lo más representativo del patrimonio complutense, permanecen como muestra de la lucha y la generosidad de un pueblo orgulloso  de su pasado.

 

 

 

JOSÉ FÉLIX HUERTA VELAYOS